Guerras del futuro: ¿Pueden los robots de combate sustituir totalmente a los humanos?

Los robots están entrando poco a poco en todos los ámbitos de la vida humana. Utilizamos diversos dispositivos robóticos, como los robots aspiradores, incluso en la vida cotidiana. Por supuesto, la introducción de los robots en el ámbito militar no ha pasado desapercibida. Sin embargo, los humanos siguen luchando en conflictos militares, que a veces provocan la pérdida de decenas de miles de vidas. De ahí que surja la pregunta: ¿pueden los robots sustituir completamente a los humanos en el futuro? ¿Es posible la guerra entre robots, mientras que los humanos se limitarán a observarla? Al mismo tiempo, no nos enfrentaremos a terribles consecuencias en forma de ciudades destruidas, muertes de civiles, reclutamiento forzoso y envío al frente.

Además, los robots no tienen ningún elemento humano. Esto significa que observarán todas las leyes de la guerra. En tiempos de peligro, los robots no se dispersarán ni abandonarán el ejército, ni empezarán a saquear, aterrorizar a la población local y cometer otros delitos.

Y las capacidades de los robots de combate serán bien conocidas por la cúpula militar. Esto significa que hay menos posibilidades de sobreestimar sus propias fuerzas y fracasos en operaciones militares concretas, como ocurre con la fuerza vital. La lista de otras ventajas de los robots de combate es larga. Pero, ¿hasta qué punto es realista su uso en lugar de los humanos, o representan un peligro para la humanidad en sí mismos?

Historia de los robots de combate

La idea de utilizar máquinas en lugar de humanos en la guerra apareció hace mucho tiempo. El primer UAV se creó en 1935 en Gran Bretaña. El aparato tenía un control remoto y podía volar una distancia de hasta 5 kilómetros con una velocidad máxima de 170 km/h. Sin embargo, no era del todo un vehículo de combate, ya que el dron sólo se aplicaba como objetivo para el entrenamiento.

Los primeros aviones no tripulados que podían realizar misiones de reconocimiento de combate aparecieron en Estados Unidos en 1948. Los AQM-34 obtuvieron buenos resultados en las pruebas y se pusieron en producción en masa tres años después.

Modern combat robots

Actualmente, muchas empresas de todo el mundo se centran en el desarrollo de robots que caminan. En 2005 se diseñó un robot de combate de cuatro patas. Podía transportar cargas de hasta 110 kg y desplazarse a 6,5 km/h. El robot podía incluso superar una pendiente de 35 grados. Sin embargo, era demasiado ruidoso, algo inaceptable para el ejército.

Otros fabricantes se centraron más tarde en otra dirección. Crearon un rifle particular para robots de cuatro patas. Estaba equipado con una cámara térmica con 30 aumentos, que permitía al operador detectar cualquier objetivo vivo. El arma podía cargarse con munición de 6,5 milímetros o de 7,62 milímetros. Pero estos robots no podían calificarse plenamente de militares.

Uno de los primeros robots genuinamente militares fue creado para el reconocimiento y la vigilancia. El robot está equipado con ametralladoras, cuatro granadas y armas láser. Tiene un altavoz, un sistema de detección de incendios y una sirena. El vehículo de combate tiene una autonomía de 12 horas. El robot puede funcionar en modo autónomo, pero el operador toma las decisiones.

También se crearon varios complejos robóticos en plataformas sobre orugas para operaciones ofensivas y defensivas, la explotación minera y el desminado de territorios, la vigilancia y la captación de objetivos, y el patrullaje de la zona y la entrega de cargas..

Por qué los robots de combate no sustituirán pronto a los humanos

Como vemos, los robots de combate se están introduciendo cada vez más en el ejército, y la lista de tareas que realizan se amplía constantemente. Como ya se ha dicho, los nuevos robots permiten realizar con mayor eficacia algunas tareas de combate. Sin embargo, no sólo nos interesa su aplicación, sino la sustitución total de los humanos por robots.

Pero la introducción masiva de robots se ve obstaculizada por varios problemas. Los robots industriales, que se implantan activamente en las instalaciones de producción, están destinados a sustituir el pesado y monótono trabajo manual. Así, permiten aumentar la eficacia de la producción y reducir los costes de producción.

En el caso de los robots de combate que se aplican, la situación es la contraria: deben sustituir a los especialistas altamente cualificados. Además, el riesgo de perder un soldado de a pie robot no está justificado. Los equipos de alta tecnología pueden acabar en manos del enemigo, lo que es altamente indeseable. Pero no se trata sólo del peligro de que la tecnología caiga en manos del enemigo. El principal problema de la introducción masiva de robots militares es su elevado coste.

El auge de las máquinas y otras desventajas de los robots de combate modernos

Los robots modernos pueden dividirse en tres tipos principales: totalmente teledirigidos, semiautónomos, que pueden actuar de forma independiente, pero el operador, y totalmente autónomos toman todas las decisiones. Dado el ritmo actual de la guerra, los futuros robots, para que sustituyan totalmente a los humanos, deben actuar de forma totalmente automática. Para ello deben ser capaces de examinar los errores, adquirir experiencia y autoaprender.

Recientemente, el impulso para la aparición de máquinas totalmente autónomas ha sido el desarrollo de redes neuronales de autoaprendizaje. Sin embargo, aún no son lo suficientemente perfectas como para funcionar de forma completamente automática. En consecuencia, sólo son adecuadas para ayudar a las personas, no para luchar por sí mismas.

Pero incluso si la IA permite crear máquinas totalmente autónomas, existen graves peligros asociados a su uso. Durante la crisis de Libia en 2020, un cuadricóptero turco no tripulado, el Kargu-2, que funcionaba en modo autónomo, detectó y atacó al enemigo. Ya existe un precedente de destrucción de personas por parte de la IA.

Ha provocado una reacción adversa de los activistas. En el caso de un error de software, podrían morir personas inocentes. Muchas empresas que desarrollan robots y organizaciones de derechos humanos escribieron una carta abierta a la Convención de la ONU, en la que exigían prohibir el desarrollo y uso de robots autónomos.

Por ello, según muchos expertos, los robots paramilitares deben operar exclusivamente bajo el control de los militares. Hay que descartar su funcionamiento independiente.

Los robots totalmente controlados y semiautónomos también tienen una desventaja importante: la necesidad de comunicarse por radio con el operador. Esto significa que son vulnerables a la guerra electrónica. Prácticamente todos los ejércitos del mundo tienen guerra electrónica. Pueden simplemente cortar la comunicación entre el robot y el operador. Además, la señal de radio puede perderse debido a algún terreno.

Quién es más rápido

Mientras tanto, los expertos predicen que los robots y la inteligencia artificial en los conflictos militares del siglo XXI aumentarán exponencialmente. Una nueva carrera armamentística e incluso un cambio de panorama geopolítico se asocian a la robotización total de la tecnoesfera militar. La robotización no sólo significa la saturación de los ejércitos con todo tipo de drones - voladores, montados o flotantes. Los elementos de autonomía e inteligencia artificial impregnarán todos los ámbitos de la confrontación militar. Están surgiendo tecnologías que pueden añadir las capacidades de los robots de combate a los sistemas de armas tradicionales: complejos nucleares, sistemas de satélites, sistemas de defensa de misiles, etc. Pronto deberíamos esperar la aparición de nuevos tipos de armas y unidades: cibercomandos, instalaciones de reconocimiento basadas en la IA, vehículos autónomos y unidades robóticas.

En cuanto a la nueva carrera armamentística, ya está en marcha. En los 20 años transcurridos desde mediados de la década de 1980, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, China e Israel han aumentado la financiación de programas para crear robots de combate.

El ejército estadounidense cree que para 2030 la proporción de sistemas no tripulados alcanzará el 30% de la flota total de vehículos de combate, lo que supondrá un aumento de 2 a 2,5 veces de las capacidades de combate de las unidades. En los últimos 20 años han aparecido en Estados Unidos unos 200 prototipos de este tipo de vehículos.

En la actualidad, más de tres docenas de países están desarrollando vehículos aéreos no tripulados de diversos tipos, y los ejércitos de más de cincuenta países los tienen en servicio. En las últimas décadas, decenas de miles de sistemas UAV han participado en conflictos militares. Y la experiencia de los recientes conflictos en Oriente Medio ha demostrado que los drones están a disposición no sólo de los ejércitos regulares, sino también de las unidades guerrilleras: se puede montar literalmente un dron kamikaze funcional con cinta adhesiva y palos.

Los robots aprenden a pensar: bueno o malo

Los expertos relacionan las perspectivas de desarrollo del complejo robótico (RTK) de combate con la transición de los sistemas controlados a distancia a los sistemas autónomos capaces de resolver tareas con una mínima o nula participación humana. Ellos mismos encuentran el objetivo, lo identifican y lo destruyen. Al mismo tiempo, existe un conjunto de riesgos asociados a la exclusión de los humanos de la cadena de toma de decisiones. Es el llamado "problema del control humano significativo en los foros internacionales". ¿Es posible delegar el derecho a matar en una máquina? ¿Cómo interactuarán los robots inteligentes con los humanos, y puede un robot dar una orden a un humano?

Y el propio conflicto militar pasa de ser un enfrentamiento entre personas armadas (al menos parcialmente) a una lucha entre un humano y una máquina pensante o robots entre sí.

Las armas totalmente autónomas pueden quedar fuera del marco del derecho internacional humanitario. También existe el problema de la responsabilidad legal por las acciones cometidas: si un dron identifica erróneamente los objetivos y utiliza armas contra ellos, ¿quién será responsable del error?

Los vehículos parcialmente autónomos ya existen y se utilizan activamente: los humanos los controlan, pero se pueden practicar programas específicos de forma independiente. Todavía no existen sistemas de combate totalmente autónomos basados en la inteligencia artificial. Al menos no oficialmente. Pero algunos expertos creen que se utilizan elementos de IA en los vehículos aéreos no tripulados de ataque de Estados Unidos. Los comentarios extraoficiales sugieren incluso que los ataques con drones a objetos civiles podrían haberse llevado a cabo precisamente por un error de IA.

Si la inteligencia artificial puede competir en el campo de batalla con el cerebro humano sigue siendo objeto de debate. Los especialistas en IA dicen: sí, absolutamente. Los militares lo dudan. Las redes neuronales con aprendizaje profundo requieren mucha potencia de cálculo y funcionan con conjuntos de datos relevantes verificados. Se desconoce cómo funcionarán con datos incorrectos.

Elementos para robots

Otro problema es cómo los RTK autónomos podrán realizar tareas en diferentes entornos (aire, tierra, agua) y dónde serán más eficaces. Muchos expertos creen que el escenario ideal para las armas inteligentes es el mar.

El rápido desarrollo de los drones de vigilancia y ataque será una tendencia prometedora para los próximos 30-40 años. Las flotillas de vehículos submarinos no tripulados podrán garantizar la seguridad de las formaciones navales detectando submarinos, minas y otros problemas. Ya se están instalando algunos sensores en sumergibles pilotados a distancia. A medida que se desarrollen los sistemas de IA y se prescriban las tareas de protocolo, los sumergibles controlados serán sustituidos por los autónomos.

Para el entorno marino, es relativamente fácil prescribir los algoritmos necesarios. El entorno aéreo es mucho más complicado; por ejemplo, un dron de ataque tendrá que seleccionar de forma independiente objetivos en una superficie compleja (relieve, edificios residenciales) con varios objetos. Algunos de ellos tienen que ser alcanzados, mientras que otros no pueden ser batidos en ningún caso.

Si una máquina está programada para un conjunto específico de tareas, lo cumplirá con más eficacia que un humano. Pero en batallas complejas combinadas con mucha información y objetos diversos, puede comportarse como le plazca. Técnicamente, este problema tiene solución, incluso con el uso de la IA para el procesamiento de datos. Poco a poco, las máquinas aprenderán a reconocer imágenes y serán capaces de identificar objetivos no peor y posiblemente mejor que los humanos. Sin embargo, se trata de una tarea difícil, por lo que los vehículos de ataque pilotados a distancia probablemente seguirán existiendo durante mucho tiempo.

Problemas y perspectivas de desarrollo

Las perspectivas de los RTK de combate basados en tierra siguen siendo oscuras. En la actualidad, los robots terrestres son plataformas con ruedas u orugas que van desde un coche de radiocontrol para niños hasta un pequeño tanque. Sus armas van desde pistolas hasta módulos con cañones automáticos, lanzagranadas y misiles antitanque guiados. Muchas empresas de todo el mundo -desde monstruos de la defensa hasta pequeñas compañías privadas- están intentando fabricar algo similar en la actualidad. En su mayor parte, se trata de sistemas experimentales, y el alcance de sus tareas no está muy claro.

Pero todos estos desarrollos tienen dos grandes problemas: el control y la transitabilidad. Mantener un canal de comunicación en tierra es mucho más complejo que en el aire: el terreno y los edificios se interponen. Por eso el alcance de los RTK sobre ruedas y sobre orugas es muchas veces o incluso órdenes de magnitud menor que el de los UAV. En cuanto a la capacidad de desplazamiento a campo traviesa, los robots con ruedas y orugas no se mueven bien en terrenos accidentados, apenas (o nada) superan zonas de ruinas sólidas y escaleras. No pueden acompañar a los soldados en combates callejeros, en terrenos rocosos, etc.

Por lo tanto, la gama de tareas asignadas a los robots de combate terrestre es limitada. Todavía no es realista sustituir a los soldados con ellos. Pero pueden ayudar mucho en el combate y en el apoyo logístico: el reconocimiento, incluida la vigilancia del combate, la protección y la entrega de consumibles. La función de los sistemas terrestres es también la retirada de minas y, a largo plazo, la descontaminación de territorios, el trabajo de protección contra la radiación, química y biológica.

Sin embargo, la búsqueda de un sistema de propulsión para los RTK terrestres continúa. La mayoría de los expertos rusos y extranjeros ven el futuro en los sistemas a pie. Un humano sólo determina las condiciones en las que una máquina identifica un objetivo como hostil y abre fuego sin orden o al menos permiso del operador.

Desafíos para la humanidad

Plantea muchos nuevos retos para la humanidad, desde aplicaciones técnicas hasta cuestiones políticas, jurídicas y éticas. Si en el uso tradicional de las armas -incluidos los drones pilotados a distancia- siempre hay personas concretas que dieron la orden y apretaron el "gatillo", entonces, ¿quién y cómo se puede considerar culpable de un asesinato cuya decisión fue tomada por un robot autónomo según algoritmos? ¿Quién será responsable si el programa falla y las máquinas empiezan a matar a civiles, médicos, fuerzas de paz o a sus propios militares? ¿Quién podrá decir con seguridad si se trata de un mal funcionamiento, un hackeo o una imitación maliciosa de un error? ¿Quién será responsable si la máquina de guerra se descontrola por completo y empieza a matar a todo el que pueda?

Cuestiones jurídicas y éticas

En la ONU, el tema de los vehículos de combate autónomos y su conformidad con el derecho internacional humanitario, las normas de derechos humanos y la convención sobre las armas "inhumanas" ha sido objeto de un activo debate desde 2013. Se han hecho repetidas propuestas para imponer una moratoria general al desarrollo y funcionamiento de los sistemas de combate autónomos, pero hasta ahora no se han tomado decisiones ni medidas drásticas.

En las consultas patrocinadas por la ONU en Ginebra en 2018, solo 26 de los 88 países que participaron apoyaron la prohibición de los sistemas de combate autónomos, y las principales potencias militares no estaban entre ellas. Las delegaciones pudieron acordar una docena de "posibles principios" de carácter más general: que los desarrollos cumplan con "principios humanistas" y que la responsabilidad de su uso debe recaer en al menos un ser humano de todos modos..

La resolución del Parlamento Europeo de 2018 y la campaña de 2019 para prohibir los robots de combate autónomos liderada por la Premio Nobel de la Paz Jody Williams -aunque se han sumado 130 organizaciones de la sociedad civil de 60 países y el Secretario General de la ONU António Guterres-. A día de hoy, los sistemas de combate autónomos se encuentran en una "zona gris" jurídica prácticamente indeterminada del derecho internacional humanitario y militar.

La campaña Stop Killer Robots de Human Rights Watch en agosto de 2020 ya contó con el apoyo de 165 organizaciones de 65 países, pero sólo 30 de los casi 200 países se han pronunciado a favor de la prohibición de los robots de combate.

En distintas partes del mundo se celebran regularmente foros y reuniones internacionales de diversa representación sobre la prohibición de los vehículos de combate autónomos, pero no hay perspectivas serias de prohibir los robots de combate porque la demanda de estos sistemas en el ejército actual es demasiado grande y seguirá creciendo en el futuro.

El humanismo y la aversión a la violencia no dejan de crecer en la mayoría de las sociedades del planeta. Según las investigaciones, el número de personas dispuestas a ir personalmente a la batalla con un arma en las manos en lugar de sentarse detrás de una consola de drones en un búnker seguro está disminuyendo en un número creciente de países. Lo mismo ocurre con la disposición a dañar a otros, incluso si son enemigos militares.

Además, una máquina autónoma puede tener una velocidad de reacción y una precisión incomparablemente mejores que cualquier operador humano. El aparato no cuestiona la ética y la legitimidad de la participación en alguna operación concreta, sobre todo si no es muy oficial. La responsabilidad resulta ser difusa, lo que a veces es muy conveniente cuando nadie quiere ser responsable de las consecuencias.

Otra gran cuestión será inevitablemente la combinación de sistemas de combate autónomos con redes neuronales. Las redes neuronales pueden aumentar considerablemente la flexibilidad, la adaptabilidad y la eficacia general de los vehículos de combate, haciéndolos autodidactas y letales, lo que hace que su comportamiento sea mucho menos predecible incluso para los desarrolladores.

Todo esto abre un abanico de cuestiones complejas que, de una forma u otra, tendrán que resolverse en las próximas décadas. La intensidad del debate internacional sobre los sistemas de combate autónomos aumentará en paralelo a la potencia de su aplicación en combate. Mucho dependerá de la práctica de su uso: de su eficacia y utilidad reales en el campo de batalla para los militares y del número de tragedias de alto nivel asociadas a su servicio. Quizá las guerras del futuro se conviertan en enfrentamientos entre ejércitos de robots casi sin participación humana. Posiblemente la presión pública será tan intensa y los beneficios de su uso tan cuestionables que las propias potencias militares líderes acabarán considerando oportuno mantener la prohibición y supervisar su aplicación. Sin embargo, incluso en este caso, el curso del progreso llevará a que muy pronto se pueda montar un vehículo de combate autónomo, incluso con una red neuronal, "en el garaje". Esto dará lugar a otra montaña de complicados problemas militares, sociales y políticos.


Una cosa está clara: no se descarta una batalla de máquinas, no de personas, en breve. Sin embargo, el uso masivo de robots con fines militares es sólo cuestión de tiempo.