Robots y romance: ciencia ficción y ciencia

¿Puede un robot aprender a amar?

Los sentimientos románticos entre un robot y un humano son un argumento famoso en novelas y películas. Pero hoy, la fantasía puede hacerse realidad. ¿Es posible que pronto todos podamos comunicarnos con máquinas que rían y lloren con nosotros? La cultura popular moderna está llena de ejemplos de autores que dedican su obra a la inteligencia artificial. Han tenido de todo: miedo, atracción, admiración y desprecio. La gente tiene tanto miedo a las máquinas como interés por ellas. Este interés está inextricablemente ligado a la cuestión de dónde está la línea que separa a los humanos de la inteligencia artificial. ¿Desaparecerá algún día? ¿Serán capaces los robots de aprender no sólo a pensar, sino también a sentir y comportarse como nosotros? ¿Podrá un robot llegar a ser humano? Nuevos campos de la ciencia intentan encontrar respuestas a estas preguntas. La robótica experimental está desarrollando programas para replicar comportamientos humanos específicos, como la capacidad de amar. Crea máquinas que podrían aprender a medida que crecen, igual que los humanos. Maduran desde recién nacidos hasta adultos. Muchos estudios se centran en crear un robot con emociones humanas que pueda aprender el comportamiento emocional de las personas con las que interactúa. Los científicos pretenden crear una máquina capaz de experimentar toda la gama de emociones humanas, incluidas el cariño y la compasión.

¿De dónde vienen las emociones humanas?

Antes de crear un robot emocional, la robótica experimental trata de averiguar cómo aprenden a sentir los propios humanos y si aprenden.

Este proceso comienza casi desde el nacimiento. A los dos años, un niño pequeño empieza a hablar y, en consecuencia, aprende a nombrar sus estados emocionales. Por ejemplo, la palabra "triste" se refiere a un conjunto específico de manifestaciones fisiológicas y psicológicas, junto con expresiones asociativas de este sentimiento por el tono de voz, las expresiones faciales y los movimientos corporales.

La tristeza se expresa con un discurso lento, las comisuras de los labios más bajas y movimientos lentos. Por otro lado, la ira suele asociarse con un discurso tenso y duro, cejas fruncidas y acciones rápidas y agresivas.

A medida que crecemos, utilizamos toda la gama de expresiones externas para transmitir nuestro estado interior con la mayor precisión posible y demostrar nuestras emociones a los demás. A veces asignamos características emocionales a objetos de naturaleza no humana: por ejemplo, decir que la música era triste o que una mascota nos animaba.

Las personas toman como ejemplo a sus padres, abuelos y compañeros, y así aprenden a mostrar sus sentimientos.

A veces intentamos escucharnos a nosotros mismos, aceptar nuestros sentimientos y transmitir con mayor precisión a quienes nos rodean lo que estamos viviendo.

A menudo, expresamos las emociones de forma rápida, involuntaria e inconsciente eligiendo una u otra forma de transmitir la información a los demás.

Pero, ¿cómo lo hacemos todo? ¿Aprendemos a hacerlo, o nacemos capaces de demostrar nuestro estado emocional, o ambos son igualmente válidos?

Durante mucho tiempo se asumió que la capacidad de expresar emociones estaba determinada biológicamente, especialmente para las emociones básicas como la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, el asco y la sorpresa.

Sin embargo, nuevas investigaciones han demostrado que la forma en que una persona expresa sus emociones puede depender, al menos en parte, del aprendizaje a una edad temprana. Las personas toman el ejemplo de sus padres, abuelos y compañeros y aprenden a demostrar los sentimientos de esa manera.

Lástima de robot

Las relaciones con los padres u otros adultos significativos a una edad temprana son sustanciales. Los estudios con animales han demostrado que cuando, por ejemplo, se separa a un mono recién nacido de sus padres, su cerebro se desarrolla de forma diferente en las partes que controlan el comportamiento socioemocional.

Según los científicos, los resultados demuestran que la atención en la primera infancia o la falta de ella puede alterar drásticamente el comportamiento emocional futuro de una persona, incluso a nivel genético.

Las experiencias de la primera infancia dejan una huella de por vida en la formación de la inteligencia emocional. Por ejemplo, los huérfanos que crecen en un orfanato tienen más tarde dificultades para expresar emociones básicas como la alegría, la tristeza y el miedo. En cambio, son perfectamente capaces de manifestar la ira. Es fundamental tenerlo en cuenta a la hora de crear robots sensibles.

Enseñar a una máquina a sentir

La robótica experimental trabaja actualmente en una máquina que pueda aprender a comportarse del mismo modo que los niños. En la primera fase, los científicos trabajan en un software de modelado que funcionará de forma similar al cerebro humano. A continuación, se colocará el robot en un entorno específico para entrenar el "cerebro, por ejemplo, mediante la interacción con un tutor afectuoso. A su vez, éste ayudará al robot a desarrollar sus emociones de la misma manera que ayudaría a un niño a enfrentarse al miedo, la ira o la alegría. Los cuidadores interactuaron con el robot demostrándole emociones y enseñándole a mostrar sus sentimientos cuando está molesto o alegre de forma adecuada. Por ejemplo, cuando el robot se siente bien, el cuidador juega con él a juegos divertidos, sonríe y se ríe. Cuando el robot está molesto, el cuidador siente pena por él y le muestra compasión, empatía y tristeza. Como resultado, el robot está entrenado para expresar su estado interior basándose en los modelos que se le enseñan. Si el cuidador cambia su forma de expresar una emoción, también afectará al robot. Por ejemplo, si la persona simpatiza con el robot molesto, muestra que también está amargado y le habla despacio, con voz triste, el robot aprenderá a mostrar que está molesto, utilizando herramientas que indican tristeza, la tristeza. Si el cuidador regaña al robot molesto, mostrando su enfado o su ira, el robot aprenderá a expresar la tristeza utilizando herramientas que solemos asociar con la ira. Lo mismo puede hacerse con la alegría. Enseñe al robot a expresarla de forma bulliciosa, con gritos y risas. O enséñale a disfrutar en silencio, con una reacción tranquila. Como con los humanos, puede haber muchas opciones de este tipo.

¿Puede un robot amar?

Hay dos maneras de crear un robot que pueda tener sentimientos. En primer lugar, se puede programar la inteligencia artificial para que se comporte como si estuviera enamorado y muestre sus emociones al exterior. Sin embargo, esto no significará que el robot esté sintiendo: en su lugar, sólo actuará enamorado. La segunda forma, menos obvia, sería crear algo más parecido a un cerebro que a un ordenador. Este sistema no estaría controlado jerárquicamente de arriba a abajo. En cierto modo, los elementos del sistema se parecerían al sistema nervioso humano. Con un sistema así, es concebible desarrollar un ordenador que pueda amar.

Pero, ¿cómo puede una persona amar a un robot?

Amor por la cosa, o amor por el Otro

Utilizamos la palabra "amor" de forma muy amplia. Podemos decir que amamos el café, la lectura de libros y a nuestra pareja. Todo el mundo entiende que el amor por el café y el amor por la pareja son diferentes.

El primer caso es el amor por una cosa, un objeto que la misma cosa puede sustituir fácilmente. No necesitamos su reciprocidad; no nos interesa en absoluto su opinión.

Pero el amor a la pareja es amor al Otro, amor a un sujeto, a una persona. Amamos en nuestra pareja sus rasgos de carácter y sus emociones, sus decisiones y sus acciones, todo lo que le hace único. Respetamos y valoramos su libertad: preguntamos por sus deseos antes de hacer algo juntos. Y queremos que nos corresponda, pero somos conscientes de que no podemos obligarle.

Él es el sujeto, el Otro, y tiene sus propios sentimientos, deseos y acciones, igual que nosotros. Es todo el sentido y la alegría del amor mutuo: nos amamos sin coacción y respetamos y valoramos la libertad del otro.

A veces confundimos estos dos tipos de amor: amamos a una persona como objeto y a una cosa como sujeto. Cuando nos asignamos a una persona, no nos interesan sus deseos y nos enfadamos si la pareja no se comporta como queremos, amamos a la persona como objeto. Y cuando persuadimos a un ordenador portátil para que se encienda más rápido, preguntamos cómo va Siri y nos encariñamos con el último modelo de iPhone, tratamos a la tecnología como un sujeto.

Somos capaces de amar de diferentes maneras; somos capaces de amar otras cosas. No está establecido en nosotros qué podemos y qué no podemos amar ni cómo. Por eso, enamorarse de un robot no es una fantasía perversa, sino otra manifestación de amor, sobre todo si la inteligencia artificial se comporta como un ser humano. Podemos ver en él al mismo sujeto que otras personas, y nos enamoramos de él igual que de otras personas.

Dos visiones del amor en la filosofía

Hay dos visiones generales de cómo amamos en la filosofía del amor.

  1. El amor como el "alma gemela perfecta".

Encontramos a alguien que nos completa y nos enamoramos de ellos, nos completa y sentimos que nos hemos encontrado a nosotros mismos.

Platón describió esta teoría del amor en el mito de las mitades divididas: en la antigüedad, la Tierra estaba habitada por andróginos, que ofendieron a los dioses y dividieron a todos los humanos por la mitad en venganza. Desde entonces, vagamos por este mundo en busca de nuestra alma gemela, y cuando la encontramos, nos enamoramos de por vida.

Algunos filósofos modernos definen el amor romántico así: una unión donde se superan los intereses egoístas y se forma una nueva esencia de "nosotros", donde reina la armonía y el respeto mutuo, y donde los socios se apoyan y se llenan mutuamente de sus mejores cualidades.< /p>

Esta visión del amor también es bastante aplicable a los robots. Además, un robot es un candidato ideal para el lugar de nuestra alma gemela perdida. La inteligencia artificial es capaz de aportar a una pareja lo que le falta a un ser humano.

Se puede programar como más nos guste, dotado de las cualidades que queremos ver en nuestra pareja. El robot será literalmente "creado para nosotros y para nosotros", lo que significa que será más fácil formar este nuevo "nosotros" armonioso con él.

Pero otros expertos en inteligencia artificial creen que la idea de un "alma gemela" es valiosa para nosotros precisamente porque esta pareja ideal es muy difícil de encontrar. Y cuando finalmente encontramos ese amor, nos sentimos felices y afortunados y lo apreciamos porque entendemos lo difícil que fue encontrar a esa persona.

Con un robot, no es probable que esto ocurra. Aunque la programación es un proceso complicado, es fácil imaginar cómo en el futuro se automatizará hasta el punto de que cualquiera podrá comprar y personalizar su "pareja perfecta" directamente en la tienda. Ya no tendremos que buscar y esperar.

Además, la visión del amor como "pareja perfecta" es cada vez más criticada: ponemos expectativas demasiado altas en nuestras parejas, no escuchamos sus deseos y/o pensamos que deben adivinar todo desde el primer momento.

Este tipo de amor es peligroso porque podemos volvernos adictos a él y quedar tan absorbidos por el "nosotros" que olvidamos nuestra propia identidad. En la filosofía del amor, hay otra forma de ver lo que es el verdadero amor.

  1. Amar como conocer el valor del otro y cuidar

Amamos a nuestra pareja tal como es y queremos ser amados de la misma manera.

Los amantes respetan las personalidades únicas de cada uno y eligen cuidarse y estar juntos pase lo que pase. En este caso, el amor se trata de elegir a la pareja, aceptar la responsabilidad y querer hacer feliz a la pareja.

Esta visión del amor es diferente de la idea de la "otra mitad": nadie es perfecto; nos enamoramos de un individuo y no queremos convertirnos en un "nosotros". Por el contrario, valoramos la individualidad de los demás y queremos hacernos felices.

Los filósofos modernos que sostienen este punto de vista creen que aunque no elegimos de quién nos enamoramos, una vez que nos enamoramos, constantemente hacemos una elección consciente a favor de nuestra pareja: no lo engañamos ni lo traicionamos; lo ayudamos a desarrollarse y lo cuidamos. Y nuestro socio hace lo mismo por nosotros.

Los robots son capaces de darnos todo esto. Se pueden programar para "jurarnos amor eterno": nos cuidarán, nos amarán solo por ser nosotros, y nunca traicionarán ni engañarán. Pero, ¿apreciaremos tal amor? ¿Y los amaremos a cambio?

Como han observado los filósofos, la fragilidad de este sentimiento, el hecho de que la propia pareja haya elegido conscientemente estar con nosotros, hace que su amor sea tan valioso. La confianza y la vulnerabilidad son los cimientos del amor, y la pasión por los robots carece de ellos.

Otros científicos que se especializan en robots creen que la cuestión del libre albedrío tampoco está definitivamente resuelta para los humanos. Tal vez amamos a nuestras parejas no porque elegimos hacerlo, sino porque estamos biológicamente programados para amar. No solo nos enamoramos; las hormonas nos gobiernan y reacciones químicas específicas ocurren en el cerebro. Por lo tanto, no deberíamos excluir a los robots de ser amantes solo porque están programados para amar artificialmente.

Vivimos en una era tecnológicamente avanzada que desafía continuamente nuestra comprensión del amor: hace quince años, los filósofos se preguntaban si el amor podía existir en línea.

Ahora que el amor virtual es habitual, la pregunta es si somos capaces de amar a los robots. O tal vez lo único que necesitamos es un nuevo concepto de amor que describa lo que es sentir por los robots?

El futuro tecnológico del amor

Todos los investigadores están de acuerdo: una vez que los robots penetren en el campo del amor, lo cambiarán para siempre. Algunos investigadores creen incluso que los robots pueden resolver el problema del amor de las personas con discapacidades o de aquellas que no podrían establecer una relación, aunque les gustaría. No podemos obligar a otras personas a mantener relaciones amorosas por dinero o por compasión, pero los robots serían una gran solución para proporcionar a las personas cuidados, atención y amor. Además, los robots no deberían verse sólo como un "sustituto" de los humanos cuando tampoco podamos encontrar una pareja humana por una u otra razón. Puede haber personas que sólo se sientan atraídas por parejas robóticas. Los límites entre la naturaleza y la tecnología son cada día más difusos, lo que afecta a nuestra forma de entender el amor. Tendremos que abandonar definitivamente el sistema binario de hombre y mujer, inventando nuevas categorías para el género, el sexo y la atracción sexual. Los robots cambiarán el discurso del amor humano, pasando de la exclusividad emocional del uno por el otro al cuidado, la asociación y los planes de vida compartidos. Esto, a su vez, hará que cada vez más personas abandonen las relaciones monógamas no sólo en favor de los robots, sino también para disfrutar de la construcción de relaciones con otras personas. Todo esto no son más que posibles desarrollos, pero una cosa sabemos con seguridad: el amor entre humanos y robots dejará de ser una fantasía algún día. Y eso no tiene nada de horrible ni de malo. Es más importante centrarse en el tipo de amor futuro que queremos vivir, en las futuras relaciones amorosas que queremos ver, y en cómo hacerlas éticas y productivas para todos los participantes.


Cada año, los robots se incorporan más a la vida de los humanos. Y si pueden reconocer y responder a nuestros sentimientos, podría ser beneficioso. Los robots emocionales podrán comunicarse con nosotros de una forma que entendamos y con la que nos sintamos más cómodos. El objetivo no es crear robots que puedan enamorarse, herirse o enfadarse. El objetivo de los científicos es crear máquinas más humanas. Al fin y al cabo, cada año nos comportamos más como robots.